Poesías, relatos, cine, música... Un remanso en medio de este apocalipsis (grupo EFDLT)

Placer mutuo

Placer mutuo
Moda poética (ediciones limitadas)

martes, 25 de noviembre de 2008

Otra vida



Sé que seguiré
echándote de menos
el resto de esta vida,
aunque estés aquí y ahora,
compensándome de mí.

No estaría mal tener la
opción de volver a existir;
para decir lo siento
cuando ahora se piensa, y
que además se contagiase
como un orgasmo.
Para gritar me voy
donde siempre me quedo.
Para mandar al diablo
al trabajo y al banco,
y no siempre viceversa.

Sería digna de culto una fe
que prometiera conquistar
placeres donde ahora
pecamos, y que rezar fuese
un diálogo tolerante y
cómplice;
la metamorfosis de un
monólogo sumiso y trémulo.

Poder ser donde ahora
imagino, ir donde suelo
estar esperando, coincidir
en el deseo y la soledad
en los que ahora, a veces,
nos perdemos.

Otra vida donde recuperar
el tiempo que ahora tiramos
sin compasión a la basura,
otra vida desde donde poder
mandar a ésta, a menudo,
a la mierda.

jueves, 20 de noviembre de 2008

La historia más triste de la historia (VII)



...Uno de los dos curas del pueblo, el veterano Padre Jesús, salió de la iglesia principal mirando atónito hacia todas direcciones buscando una explicación más o menos razonable para lo que estaba sucediendo, hasta que, a lo lejos, pudo reconocer a María meciéndose tranquilamente en su balcón mientras el resto de criaturas del pueblo parecían huir de la muerte que sería permanecer quietos y en silencio. El padre avanzaba entre la gente sin contestar las preguntas que los vecinos le hacían sobre el por qué de aquella situación, se dirigía en línea recta a la casa de María, sin apartar un segundo la mirada del balcón, parecía estar buscando una señal inequívoca que aclarase aquel acontecimiento casi apocalíptico. La gente empezó a observar a Don Jesús, parece que su fijación abrió en ellos un resquicio para la esperanza, se fueron deteniendo poco a poco y un expectante murmullo empezó a imponerse en el silencio absoluto de la noche iluminada, el cura se adentró en un pequeño parque que se interponía entre la calle principal y la casa de mi musa. Todo el mundo estaba pendiente del inminente encuentro entre el párroco y María, como si se tratase de una rivalidad ancestral y divina que no tuviese otra forma de dirimirse que con una lucha a vida o muerte. La pequeña mansión estaba situada en una breve colina una vez cruzado el frondoso jardín, del cual el Padre Don Jesús estaba tardando demasiado en salir. Un grupo de vecinos, espoleados por la actitud decidida y valiente del párroco decidieron averiguar qué estaría haciendo éste aún en el parque. El resto de vecinos siguieron como unos polluelos de ave al grupo de vanguardia, más bien por miedo a quedarse solos que por el valor infundido por el Padre...


lunes, 17 de noviembre de 2008

Se buscan palabras



Busco cauces de palabras
inéditas para una mujer de agua.

Busco metáforas que
conviertan
en todo, la nada infinita
de la bruma lejana
difuminándose.

Busco comas que sepan
conjugar nieves lejanas
con labios hirvientes.

Busco puntos y apartes que
reconquisten el fuego desde
cualquiera de sus cuencas.

Busco torrentes de versos
incandescentes, que aneguen
lenguas heladas, que se enreden
en mareas de piel y saliva.

Busco estrofas de aire que
te desnuden y perfumen
con placer de oleaje la tierra.

¡Busco tantas cosas en
palabras acuáticas!

Busco rimas de lluvia entre
tus piernas para calarme de
influjo en la árida lejanía.

Busco palabras eternas para un
poema líquido; un afluente que
te mantenga hidratada sea cual
sea el estado en que te halles.


Busco palabras inconcebibles;
palabras húmedas, gotas
de palabras inexistentes
que resbalen por tus polos
hasta deshacerte de hambre.

Sigo buscando palabras…


jueves, 13 de noviembre de 2008

La historia más triste de la historia (VI)



...Sólo me faltó disculparme en arameo mientras hacía el amago de auxiliarla, sin atreverme del todo a tocar sus manchadas, pero aún voluptuosas formas; empecé con el intento interruptus de limpiarle la falda. Ella retrocedía quitándole importancia al accidente. Pero insistí bajando mis manos epilépticas hasta sus piernas, ella formaba espirales de huída en el hall repitiéndome que no me preocupara. Me armé de valor y de gallardía, flexioné las rodillas hasta dar vehementemente en el suelo indeformable, cogí con determinación uno de sus tobillos para poder secar con un pañuelo los anfibios que parecían sus pies asomando por los zapatos. El pie que le quedó libre resbaló con el café que aún rezumaba de la cafetera volcada, al intentar equilibrar las fuerzas con su otra extremidad para lograr mantenerse erguida el resto del día, contempló y sufrió como se lo tenía firmemente atenazado un ser totalmente prescindible para su especie.
Pues sí, esa fue la primera y lamentable impresión que infringí a María; un paleto que la miraba embelesado de arriba a abajo como si nunca hubiese visto a una diosa de carne y hueso pedirle alojamiento, que se quedaba dormido en el trabajo de una forma asilvestrada, y tan patoso que hizo que diera con sus elegantes huesos en el piso.
Eso es lo mínimo que uno debe pensar de alguien que ha sido responsable de terminar con el culo dolorido y apestando a café frío y pisoteado.
Con un gesto firme de mano me dijo basta, se negó en rotundo a que la ayudara a levantarse, con una sabia parsimonia se incorporó, cogió las llaves que había dejado en el mostrador, y subió las escaleras derrotada por mi incompetencia, pero aún así conservaba ese porte de distinción y sensualidad innata, camino a la ducha de su habitación…

lunes, 10 de noviembre de 2008

Dudosa muerte



El por qué, es intrascendente.
¿Cuándo?
No existe tiempo que sea ajeno.
¿Dónde?
No hay lugar que no lo abarque.
¿Cuánto?
Todo lo que llegue a ser, será por ello.
¿Qué?
Te quiero.
Para tus dudas sólo queda la muerte.

jueves, 6 de noviembre de 2008

La historia más triste de la historia (V)



Decidí tomarme un litro de café, por calcular una medida de antemano, porque seguramente me bebería la cantidad necesaria para intentar escribir toda la noche, aunque llegase a un mar. Este lugar no era precisamente un hervidero de acontecimientos interesantes o inesperados, y prácticamente era imposible que se cumplieran, como ahora, los dos atributos en un mismo hecho y tiempo. Puse mis manos sobre el teclado como si fuesen tormentas a punto de descargar el diluvio universal. Su intrigante imagen me recorría los brazos, la fuerza de sus caderas me golpeaba el pecho, y sus rizos alborotados prendían de la noche como péndulos mágicos que invitaban a bacanales de misterio y a banquetes de inefables sueños. Aquella noche no podía haber escrito nada que no estuviese relacionado con imaginarla, con intentar desentrañar su profética llegada a mi agnóstica vida. Escribí durante cinco horas con sólo un café, su efímero recuerdo le bastaba a mi sangre para ir jugando desde mi cerebro a mis manos, desde el monitor al cielo convertida en plegaria.
De repente alguien me tocó en la cabeza, era ella intentando despertarme, me había quedado dormido encima de las teclas. ¡Qué vergüenza! me incorporé tan enérgicamente que me tambaleé en la silla, al intentar asirme al mostrador dejé caer la cafetera, con la desgracia de que fue a impactar junto a su insigne figura, abriéndose en el golpe y rociándola desde la cintura a los pies. Me quise morir cuando contemplé su falda ocelada de café, sus piernas salpicadas de pegajosas oscuridades, y sus zapatos albergando medio litro de mi torpeza, ahogando sus dedos entre las medias, y haciendo burbujas en cada uno de sus pasos…

lunes, 3 de noviembre de 2008

El abrazo fúnebre



El abrazo fúnebre de otro
lunes frío y regurgitado hace
que se desvanezcan mórbidas
las horas sin que eches de
menos ni un segundo.
Nunca estuviste en ellas,
jamás te besé en sus momentos
ni me erigiste en eróticos instantes.
Sólo respiramos y asentimos
tan lejos como muertos el
uno
del
otro.
Para ser relativo, el tiempo
es un sicario demasiado preciso
cuando se estanca en la boca,
indigesto e insípido,
como el desecho de la historia.
Para ser inexorable,
testigo imparcial y asilo ecuménico,
cada vez que nos traspasa sin
provocar legado ni consecuencia,
se define como traición y pecado,
heredero del vacío, vanguardia del
suicidio que somos sin esperanzas.

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