Poesías, relatos, cine, música... Un remanso en medio de este apocalipsis (grupo EFDLT)

Placer mutuo

Placer mutuo
Moda poética (ediciones limitadas)

martes, 29 de septiembre de 2009

La historia más triste de la historia (XXXI)



Ahí estaba al fin, dos cafés y cuarenta minutos después, Milagros cruzaba la calle corriendo, temiendo, quizás, que María se hubiera cansado de esperar. Soltó unas carpetas sobre la mesa, resopló girándose hacia la barra temiendo lo peor, en su reconocimiento encontró a un camarero que le hizo una señal alargando su cuello y dirigiendo su frente hasta coincidir con el espectáculo que era la cara de María saliendo del lavabo, recién retocada.
Pasadas dos horas continuaban como poseídas por el frenesí de coincidir en el placer de constatar la fragilidad de la condición humana a lo largo de la historia. Los cafés fueron sustituidos por cervezas, y definitivamente olvidados con la aspereza afrutada del Rioja del almuerzo. Parecían robots publicitarios , con la cadencia exacta de simpatía y asombro en la conversación para recrear un ambiente idóneo: acogedor y distendido, que invitara a entrar en el bar. Sólo por el placer de la conversación María retrasó su mística llegada a “Los pecados de Cristo”. Estuvo una semana más en ese pueblo, recorriendo con Milagros lugares, testimonios, señales inequívocas de las devastadoras consecuencias con las que la posguerra abandonó a aquella comarca. Envueltas en aquella tragedia se dejaron llevar por la esencia de la locura y, aún así, tuvieron —esa noche en el pub “El cielo”—, que recurrir al alcohol para intentar comprender que elevada causa, o qué virus asesino, era capaz de hacernos masacrar a familiares y amigos.
Fue allí, en ese pub, donde la amistad entre ellas pareció dar un salto cualitativo y definitivo. Apurando sonrisas con sabor a ron reconocieron, como recapitulando, que habían pasado unos días maravillosos juntas y que, a propuesta sincronizada de ambas, deberían repetir la experiencia cada cierto tiempo. Milagros, mientras asentía, fue instalando una mirada perdida en alguna región donde las grandes expectativas eran despojadas, por la experiencia, de toda euforia inmadura.

jueves, 24 de septiembre de 2009

La historia más triste de la historia (XXX)


todo lo relacionado con esta historia.
–Muy bien ¿no será editora? ¿Se imagina usted mi tesis, tantos años abandonada al ostracismo en un cajón sombrío de escritorio, convertida en un best seller?
–No, exactamente una editora…
–Es broma mujer. Espere aquí un momento, vivo muy cerca, en un piso de la acera de enfrente, como siempre. Incluso creo tener alguna copia por algún sitio. En cinco minutos estoy aquí.
–De acuerdo, pero no hace falta que se tome tantas molestias, puedo acompañarla…
–No se preocupe, lo hago con mucho gusto, conversar sobre este tema con usted me ha despertado de nuevo el interés por la historia, por escribir, por saber, por debatir…
–Como quiera, aquí estaré. Pero, por favor, me llamo María, tutéeme.
–Es verdad, con la emoción ni siquiera nos habíamos presentado. Yo soy Milagros, dame un beso, guapa, encantada de haber coincidido contigo. No se vaya, vuelvo en un soplo.
–De aire fresco, continuó la frase María mientras Milagros se alejaba colocándose el bolso en su veloz hombro.

Ya era hora, pensó, una conversación interesante con alguien a quien no despertaba sentimiento personal alguno. Era un verdadero placer para ella el simple hecho de no tener que leer constantemente entre líneas; abandonarse sin temor al placer de las palabras cuando éstas despiertan en secreto, poco a poco, el interés por seguir descubriendo qué fantásticos secretos nos esconde la vida.
Miró su reloj. Apuró el café. Desde la cafetería observó a Milagros entrar en su portal mientras unos obreros de azul intentaban memorizar la armonía de su trasero, seguramente recitando al unísono cualquier piropo obsceno. Quince minutos no eran nada, aunque fuesen exponencialmente superior a lo calculado por su contertulia.
Intentó imaginar cómo serían los hombres si las mujeres pudieran desconectarlos a voluntad de sus instintos. Pero reconoció de inmediato que su imaginación no estaba preparada aún para tales retos.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Mantenme así



Mantenme así.
Sin un solo sentido que
se aventure a tu intemperie.

Sostenido en una nota de Vai,
como el horizonte de un cuadro.

Trasiégame sin compasión
con atenciones que me conviertan
en profeta del apocalipsis.

De donde estamos, elijo
no pensar que exista otra
posibilidad de ser, y no estar
muerto.

resistir en un estado minado de
milagros, rodeado de ebrios efluvios
y erupciones sanguinolentas, debe
ser una prueba religiosa definitiva.

ser el elegido por cada curiosidad
de tu cuerpo para descubrir el
universo, es un don como el de
la naturaleza al mundo.

Si te vas en la luz, ahora,
hasta que lluevas de nuevo sed
de Olimpo en nuestra penumbra,
mantenme así.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Nueve meses en la luna (Yareah magazine)

Este mes, la revista cultural (español-inglés) Yareah magazine, coincidiendo con la publicación de su número diez, ha lanzado un libro con los artículos más significativos de su corta pero, mágica existencia. Se titula “Nueve meses en la luna”, y tengo el honor de aparecer en una de sus páginas con el poema “Superhéroe”.

Felicito al equipo de Yareah por toda la dedicación y esfuerzo realizado en favor de una cultura universal e integradora, y les deseo inspiración infinita.

El libro se puede tanto, comprar en papel, como bajar gratuitamente en
bubok.


lunes, 14 de septiembre de 2009

El bosque (VI): La joven de blanco



–Buenos días, me alegro tanto de encontrar a alguien. He estado bastante tiempo perdida, hacía siglos que no venía por aquí y la noche hizo el resto. ¿Me podría usted confirmar si la dirección que sigo me conducirá al puente de los suicidas?
–No.
–De acuerdo, pero, ¿por qué no puede, o por qué no quiere?
–Nunca he salido de la zona que usted pueda alcanzar a ver desde aquí.
–Entonces, ¿ha nacido en el bosque? ¿Y su familia?
–No lo sé, un día cualquiera abrí los ojos en este lugar y, todo me susurra que he de esperar a alguien con el que me quiera marchar para siempre.
–Si quiere puede acompañarme, iremos a la policía, ellos nos ayudarán a encontrar a sus padres, seguramente habrá sufrido algún accidente que le ha provocado cierta pérdida de memoria.
–prefiero quedarme, cada día presiento con más fuerza que la persona que espero está, a cada hoja que cae y gota que se evapora, más cerca.
–Pero, ¿qué come? ¿Dónde duerme?
–Yo sólo observo. Ver comer a los cuervos, a las ardillas, a los lobos, me alimenta. Tumbándome sobre la hierba, acomodada entre las ramas, logro mantener la esperanza, la vida que me rodea me ha adoptado, me sustenta por la mirada, a través de la piel, y simplemente me limito a esperar.
–Permítame que insista, si viene conmigo volverá a encontrarse con sus amigos, con sus seres queridos. Seguramente la persona a quien espera no sabe que usted está vivendo con la única intención de encontrarse con él en este bosque...

jueves, 10 de septiembre de 2009

Un placer



Que leáis esto, sea lo que quiera
cada uno de ustedes que signifique,
es uno de los excepcionales placeres
donde, tan lejos de la vanagloria
como apegado al agradecimiento,
ningún estímulo tiene que coexistir,
y nadie ha de estar presente,
o viceversa.
Gracias, serás, seas, o fueras.

lunes, 7 de septiembre de 2009

La gripe abecedaria



Espero encarecidamente que, llegado el momento en que seamos amenazados por un nuevo y sanguinario virus que dará nombre a la gripe “B”. La cual compartiremos —relevando de tan pesada influencia al cerdo— seguramente con los borregos, ya seamos conscientes del psicótico poder de las grandes compañías farmacéuticas, y de la lealtad espartana que le profesan los generales de sus legiones de acciones: políticos, banqueros, etcétera.
También espero —si no es mucho esperar para un mismo pensamiento— que cuando el lobo sea realmente fiero, como el que sucumbió a la famosa familia mafiosa de los Caperucita, seamos poseedores de la información, inteligencia colectiva, o experiencia suficiente para no morir con una sonrisa de idiota que nos defina toda la eternidad.
Confiemos en que este tipo de empresas no lideren la ansiada recuperación económica, porque sin duda será con cargo a nuestro miedo. Y tendremos por delante el desafío de sobrevivir a una gripe por cada letra del abecedario.

viernes, 4 de septiembre de 2009

La historia más triste de la historia (XXIX)



...reavivara de nuevo las llamas de la guerra en sus miserias; cambiar el nombre al pueblo por “los pecados de Cristo” para recordar siempre que por su salvación tuvo que morir alguien mucho más digno que ellos, y que por ello deberían estar agradecidos durante mil generaciones.
Más o menos eso es todo. Así que le aconsejo que cuando llegue allí no se le ocurra mencionar estos hechos, al menos, hasta tener la confianza suficiente para que no recelen de sus intenciones.
–Me he quedado totalmente extasiada con la historia, he disfrutado de cada palabra que ha pronunciado. Definitivamente es el pueblo que busco, un lugar donde los secretos son sagrados. Y dígame, ¿nadie ha escrito nada sobre ello? Usted, por ejemplo, parece muy versada en el tema.
–No creo que nadie haya narrado nunca esta tragedia. Tenga en cuenta la férrea negativa de los ciudadanos a contar nada relacionado con lo acontecido en aquellos días, es difícil hacer pensar a alguien que esta crónica pudiera interpretarse como algo más que una simple fábula fruto de la borrachera de algún abuelo resentido. La verdad, ahora que lo pienso, sí he escrito algo sobre ese pueblo, pero sólo recogí, de todo lo que le he contado, la parte menos fantástica. Soy licenciada en historia, y realicé una tesis sobre los cambios sociales en la España rural de la posguerra, ubicando mi trabajo fundamentalmente en esta comarca. De ahí que haya tenido suerte al preguntarme por los antecedentes de la denominación del pueblo.
–Me haría usted un gran favor dejándome una copia de su tesis, si no es mucho pedir, me encantaría conocer…

martes, 1 de septiembre de 2009

El bosque (V)



Entre las ramas de uno de esos árboles de la otra orilla creyó observar la silueta de una mujer vestida de blanco. ¿Qué podía estar haciendo ahí encaramada?, se preguntó. Anduvo hasta situarse justo frente a ella, agudizó su mirada todo lo que pudo para concretarla entre las hojas, efectivamente, se trataba de una joven más o menos de su misma edad, elegante, de cuerpo sutil y rostro amable, con una gran melena de rizos negros como el tizón que parecían brotar de las ramas para culminar enraizándose en sus ideas. Por un momento pensó, lejos de cualquier lógica que ella hubiese reconocido y sorprendiéndose escandalosamente a sí misma, que lo sacrificaría todo por ser como ella, por parecer la clave secreta entre la vida y la tierra, el eslabón roto que desarraigaba a la muerte de nuestro destino.
Antes de que se le ocurriese en qué términos dirigirse a aquella joven, ésta empezó a descender del árbol casi sin esfuerzo, como si se deslizara libre de gravedad. Una vez en el suelo Eva la saludó con un "¡hola!" acabado en una sonrisa mezcla de sorpresa y admiración que acompañó al clásico movimiento alocado de muñeca y mano de cuando uno está deseoso de llegar al otro. Hola, contestó sin excesivas florituras la misteriosa mujer de blanco. Se acercó con parsimonia a la orilla del río, como si por ello, ya estuviese haciéndole un favor a Eva...

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